Capirotes y capuchas
El Ku Klux Klan copió su indumentaria de túnica y capirote blanco de una hermandad sevillana del siglo XIV. La Hermandad de los Negritos de Sevilla, creada y sustentada por las víctimas de esa esclavitud que hemos invisibilizado en España. El equipamiento lo importó a los USA, William J. Simmons en el siglo XIX. Simmons era ministro metodista de Atlanta y en su empeño por infundir miedo desde sus postulados supremacistas consideró que los capirotes blancos eran una base perfecta para la intimidación racial. Le dio igual que el préstamo procediera de papistas a los que odiaba casi tanto como a los negros.
La Semana Santa da un poco para todo. Desde el respetable recogimiento confesional a las vacaciones superlativas de quienes llevan dos años penando por la pandemia. ¿Y en medio? Pues en medio un poco de bulo y falacia para santificar el sacrificio del hombre que da la vida por todos.
La historia tiene su origen en Granada, el pasado Jueves Santo, con un tuit del portavoz de VOX en el Ayuntamiento de esta ciudad, Onofre Miralles. Dice tal que así: «Ayer tuve el honor de acompañar a la @Pasionyestrella en su Estación de Penitencia. Me informaron que, desde el centro de MENAs Bermúdez de Castro, lanzaron objetos a la procesión. Están en contra de nuestra cultura y en contra nuestra tradición. Exijo medidas a @AndaluciaJunta».
Piedras y Menas, una combinación perfecta para las fantasías de reconquista que domina el ideario de la extrema derecha española. Casi perfecta. Le faltaba algo pequeño e insignificante para ser perfecta. ¿Cómo llamábamos a eso que describe algo que sucede? Sí. Eso. La verdad.
Los hechos: desde la Federación de Cofradías se informó a la hermandad (ante la presencia de Miralles) que había habido un pequeño incidente al inicio del cortejo, en la Cruz de Guía, cuando pasaba a la altura del Centro Bermúdez de Castro. Habían caído unas piedras desde el patio en el que estaban jugando unos niños, pero sin alcanzar a nadie, ni de público ni de cortejo, por lo que a través del Cecop un policía avisó al centro y no hubo más problema, se solucionó rápido. En ningún momento se habló de Menas ni de ataque a tradiciones. Por cierto, los niños implicados en el falso ataque eran dos españoles de 8 y 9 años. Duele hasta escribirlo. Me refiero a lo de la nacionalidad. Pero es necesario.
La verdad no es relativa. No se extiende. No se deforma. No se adultera a conveniencia. Eso sucede con las cabezas de aquellos que quieren superponer su ideología o su creencia sobre los hechos. Llegados a ese punto, las comisiones son tan puras como el agua bendita. Los empujones, dulces caricias eucarísticas. Y el establecimiento de territorios “socialismo free”, el horizonte de una nueva Cruzada. La realidad es tozuda. Y como decíamos de pequeños: la mentira se paga. Tengo que confesar que no sé exactamente cómo ni cuándo. Quiero decir, no sé si es un pago libre de impuestos, o un pago encarecido por la presencia de facilitadores o un pago en diferido simulando un pago de verdad. O si, finalmente, ese pago puede demorarse siglos, saltar fronteras y océanos y convertir un capirote de penitente en una capucha de matón.