Adaptarse o desaparecer
“Habrá dos tipos de negocios en el siglo XXI: los que estén en Internet y los que ya no existan”. Bill Gates se convirtió en un auténtico visionario al pronunciar esta frase hace más de dos décadas. Por aquel entonces, Internet era un servicio al alcance de unos pocos usuarios privilegiados, y su utilización se reducía principalmente a intercambiar correos electrónicos, archivos y chatear en plataformas de mensajería instantánea.
En la actualidad, el 91’4% de los hogares españoles cuenta con acceso a Internet y el 58% de la población de 16 a 74 años realiza compras online, según el último estudio publicado por el INE. Sin embargo, la crisis del COVID-19 ha provocado un aumento de las ventas online hasta un 55%, lo que demuestra que apostar por el comercio electrónico es imprescindible para sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo.
Amazon se ha convertido en el marketplace favorito de los usuarios a la hora de realizar compras de forma rápida, eficaz y segura. El gigante estadounidense es, sin lugar a duda, el rey indiscutible del e-commerce, y acumula ya más del 40% de la cuota de mercado. Pero ¿qué ocurre con los pequeños comercios? Los negocios locales han sido los más golpeados por esta crisis. Muchos cuentan con redes sociales donde promocionan sus productos, pero la mayoría no dispone de una plataforma de comercio electrónico donde venderlos. Entonces, ¿cómo es posible captar clientes potenciales y obtener beneficios?
Con la declaración del estado de alarma, la mayoría de las tiendas se vieron obligadas a echar el cierre temporalmente, con algunas excepciones, como farmacias y establecimientos de alimentación. El nuevo escenario provocó que cientos de miles de consumidores dejaran de comprar en sus tiendas de barrio habituales para hacerlo en grandes superficies con el fin de ahorrar tiempo, realizando una compra mucho más grande por miedo a exponerse al virus de forma recurrente.
Pero hacer la compra en los supermercados terminó convirtiéndose en una odisea y muchos prefirieron evitar las aglomeraciones y tramitar sus pedidos de forma online desde la comodidad del salón de su casa. Como consecuencia, las ventas por Internet se duplicaron, pero la demanda excesiva terminó provocando un colapso en la logística, además del enfado de muchos usuarios que se vieron obligados a esperar hasta varias semanas para recibir sus pedidos.
El confinamiento ha sacado a relucir las carencias tecnológicas de los pequeños comercios. Nadie pone en duda que la digitalización es imprescindible, pero resulta prácticamente imposible competir con los grandes gigantes del e-commerce en volumen de ventas, beneficios y tiempos de entrega. Ante este paradigma, cabe replantearse una remodelación del modelo de negocio. Nuestros comercios locales necesitan urgentemente una inyección de apoyo financiero para poder digitalizar sus procesos, conseguir llegar a sus consumidores potenciales y aumentar sus ventas para evitar tener que colgar el cartel de “cerrado por cierre” definitivamente.
El hecho de que 66% de los usuarios con intención de compra, busquen directamente en plataformas de comercio electrónico como los Marketplaces, se presenta como una gran oportunidad. Además, con la reapertura de las tiendas físicas ya en el mes de mayo, se produjo una ligera caída de las ventas online, especialmente en sectores como bebés y ropa infantil (-0,47%, influido principalmente por la incertidumbre sobre la vuelta al cole), farma (-10,14%, debido en parte al aumento de la disponibilidad de mascarillas en farmacias físicas), alimentación (-15%) y mascotas (-17,20%), según datos publicados por Doofinder. Moda (+10,59%), juguetes y educación (+9,45%), casa y jardín (+8,28%), tecnología y electrodomésticos (+4,52) y coche y moto (+4%) son las categorías que continúan aumentando su demanda online, aunque en menor porcentaje con respecto al periodo anterior.
Ahora que por fin podemos salir a la calle con menos restricciones con la llegada de la nueva normalidad, es hora de demostrarle a los pequeños comerciantes nuestro apoyo. Nos hemos acostumbrado a comprar muchas cosas por Internet, pero las tiendas físicas poseen un valor añadido que nunca vamos a encontrar online. La cercanía, la confianza, el trato personalizado. El poder contarle a nuestro panadero nuestras batallitas de la cuarentena, que las dependientas de nuestra tienda de ropa favorita nos den la bienvenida con una sonrisa o saber que en la pescadería estamos comprando un producto fresco y de calidad por su apariencia. ¿No lo echabais de menos?
Leticia Álvarez
Ejecutiva de cuentas
@laetitiaconde