movilidad sostenible

Movilidad sostenible y eficiente: un desafío transversal

Cientos de titulares, noticias y posts sobre el futuro de la movilidad de las personas y de las mercancías inundan desde hace tiempo la agenda de los medios y de las redes sociales. Sin ir más lejos, estamos en vísperas de un hito destacado, la Semana Europea de la Movilidad, y de nuevo, aflora uno de los desafíos más significativos que nos afecta a todos: la transición hacia una movilidad sostenible, eficiente y segura ya no tiene marcha atrás. Hace una década, el uso del coche privado y el transporte público tradicional vertebraban la movilidad urbana. Pero los tiempos cambian y la promoción de modos de transporte sostenibles y la concienciación sobre la reducción de emisiones contaminantes en los centros urbanos son prioridad para garantizarnos un futuro más limpio.

La organismos públicos y empresas privadas ya están incorporando políticas de movilidad para trasladar a sus plantillas a sus lugares de trabajo, meses antes de que el Anteproyecto de la Ley de Movilidad Sostenible sea aprobado finalmente por las Cortes Generales, que obliga a las organizaciones de más de 250 empleados por turno implementar planes de movilidad.

Una cosa está clara: lograr que la forma en que nos movemos sea más sostenible no es cosa de unos pocos, sino de todos los que formamos parte del ecosistema de movilidad. Ciudadanos, autoridades políticas, administraciones públicas y el tejido empresarial debemos remar en la misma dirección, desde nuestros ámbitos de actuación. Unos en nuestro día a día, utilizando la forma de transporte que sea lo más respetuosa con el medio ambiente. Y otros, tomando decisiones que favorezcan dicha movilidad, desde los despachos, pero conociendo la realidad de primera mano. Desde impulsar un transporte público de calidad, fomentar energías alternativas renovables (como el hidrógeno verde) y otros modos de transporte (vehículos eléctricos, car sharing, bicicletas, etc.), mejorar las infraestructuras de los ya existentes (tren de media y larga distancia, metro, autobús, autocar, taxis, etc.) hasta conceder bonos de movilidad compartida que permitan a los ciudadanos desprenderse de la dependencia de su coche particular.

Por otra parte, confiar todas las cartas a la electromovilidad abre otro debate. Surgen cada vez más voces detractoras por la contaminación procedente de la fabricación de las baterías de litio de los vehículos eléctricos y por el impacto en el entorno de los accidentes en los que se vean implicados. En cualquier caso, España se encuentra a años luz de sus vecinos europeos en cuanto a la infraestructura de puntos de recarga eléctrica. Según el último Barómetro de la Electromovilidad de ANFAC, la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones, nuestro país registra 14,7 puntos frente a los 28,2 de la media europea, solo por delante de Italia, Hungría y República Checa. A esto se suman otros factores pendientes de solucionar: las ayudas a la adquisición y la llamada “ansiedad” de autonomía de los VE (el temor ciudadano a que un vehículo eléctrico no tenga suficiente carga para poder llegar a su destino).

Frente al uso mayoritario del automóvil particular en el pasado, en la actualidad la movilidad sostenible se centra en la persona, cuya creciente conciencia medioambiental le empuja a exigir opciones de transporte más flexibles y respetuosas con el entorno, tanto en su vida personal como profesional.

En definitiva, la movilidad ha dejado de ser un tema complementario para convertirse en un elemento transversal que impacta en toda la sociedad y la economía. Abordarla entre todos desde un enfoque holístico y multidisciplinar es una de las claves del éxito para gestionarla de la forma más sostenible, eficiente y segura posible, y para ser capaces de utilizar un modo de transporte más eficiente para cada ocasión.

Eva Rancho

Consultora senior